lunes, 24 de noviembre de 2014

¿Volamos?


Buscas tu asiento, te abrochas el cinturón, atiendes a esos gestos de la azafata que nadie entiende, y entonces, vuelas.

Vuelas, y comienzas a soñar, comienzas a sentir. Comienzas a sentir esos pequeños anhelos que progresivamente te van indicando el deseo de hacer algo grande, de dejar huella como la dejarías en las nubes.

Vuelas, y comienzas a pensar, a reflexionar. Comienzan a aparecer esos pensamientos trágicos que solo te pasan a ti. Te esperas lo peor y de repente, pelos de punta. ¿Cuántas cosas hubieras dicho antes de subir a ese avión? ¿Cuántos te quieros? ¿Cuántos lo sientos? ¿Cuántos te echo de menos? ¿Cuántos gracias? Pero todo pasa y todo queda, y como dice Leiva: "Siempre afloja el temporal".

Vuelas, y ahí disciernes. Porque parece mentira que hasta que no has subido muy arriba no te has sentido pequeño ante la inmensidad del mundo, no te has dado cuenta de lo que tienes, y de que las cosas pequeñas encierran la grandeza. Entonces sientes un vacío, la duda llama a tu puerta.

Vuelas, y hasta que nos ha subido a las nubes no te has acordado de todas las personas que ya no están en la realidad, pero sí en el sueño.Porque es tu sueño y solo decides tú. A veces aparecen sus sombras en el horizonte donde se mezclan el cielo y el mar. Entonces sonríes, lloras o ambas cosas a la vez.

Vuelas, y sientes. Sientes la pasión por la música, la pintura, la escritura, el arte. Ves las nubes como aquel escritor que las definía como algodón y te gustaría tirarte en ellas. Dejarte llevar, dar rienda suelta a tu vida, deshacerte de la rutina, mandarlo todo a la mierda y quedarte donde realmente te sientes bien. Todo eso suena demasiado bien.

Vuelas, vuelas y no haces más que volar. P
ero entonces, se vuelve a encender la luz del cinturón, esa que indica que el vuelo de tu sueño ya aterriza. Y entonces vuelves a tierra, a la realidad. Te despiertas y empieza un nuevo día.

Y...¿Entonces? ¿Ya está? ¿En serio? Que me devuelvan el dinero, ¿no? ¿Quién me ha robado aquellas ganas de ser grande, de discernir, de decir lo que pensamos, de sentir...etc? ¿El miedo? ¿La realidad? ¿Y si quizás se quedaron mis sueños volando en el aire con aquella balada de Dylan?

Pensándolo bien, voy a volver a soñar. Pero esta vez, voy a soñar con los ojos abiertos, despierto.
 Pensándolo bien voy a hacer lo que realmente deseo y anhelo. Quizá sea eso por lo que nos gusta tanto soñar, porque nadie nos pone límites, el único límite es tu imaginación. Y habré tenido que pensarlo muy bien, porque mucha gente te dirá que despiertes, que seas realista. Una vez oí que podemos ser dos tipos de persona, aquellos que sueñan o aquellos que trabajan para cumplir el sueño de otros. Yo voto por volar, ¿Te vienes?

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